miércoles, junio 01, 2005

Cuerpo, cerebro y corazón, la gente que necesitamos - Liderazgo

Liderazgo
Cuerpo, cerebro y corazón, la gente que necesitamos
Por Daniel Cestau Liz

Las empresas están repletas hoy de gente que pone el cuerpo y el cerebro a disposición del trabajo diario, pero debemos tener en cuenta que esto no basta. Son muy pocas las empresas que cuentan con gente verdaderamente comprometida, que además del cuerpo y el cerebro ponen el corazón, la variable indispensable para que la organización tarde o temprano se destaque.

Hace algunos meses tuve que viajar por unas reuniones de trabajo a Dinamarca y tuve la oportunidad de conocer a un equipo de investigadores de la University of Copenhagen (Kobenhavs Univessitet) que me permitieron acceder a los resultados estadísticos de un trabajo realizado durante el año 2001.

Se trabajó durante 10 meses en 240 empresas y sobre 43.000 empleados, y de esta forma se pudo conocer que el 10% de la fuerza laboral total estaba buscando activamente otra ocupación (quería irse a trabajar a otro lado lo antes posible), el 40% confesó no estar orgulloso de trabajar en la empresa (e incluso agregaban a esto constantes comentarios negativos).

Entre el 8 y el 10% de los encuestados no les interesaba en lo mas mínimo los resultados de la empresa en que trabajaban (algunos incluso desde hacía varios años) y de alguna manera eran totalmente ajenos al hecho de que tarde o temprano esto afectaría de alguna manera (bien o mal) sus puestos de trabajo.

Dinamarca es un país sin problemas de crisis económicas, con una economía estable, un crecimiento sostenido y una desocupación del 5%, organizado, ordenado, líder en tecnología y diseño, con un Estado que cobra impuestos muy altos (algo así como el 40% de los ingresos), pero hay que agregar que sus habitantes tienen todo solucionado: el transporte, la seguridad, la salud, y hago este comentario ya que si esta encuesta arrojó estos resultados en un mercado en el que todo es prosperidad, ni me imagino los resultados en un mercado recesivo, ya que hay que agregar a la desmotivación del trabajo la constante preocupación por el entorno económico, las inseguridades y demás problemáticas que atentan directamente el estado emocional de las personas.

La encuesta arrojó también un dato muy importante y esperanzador, ya que el 20% de la fuerza laboral analizada dijo estar comprometida y con el corazón puesto en su trabajo.

La fórmula del éxito en las organizaciones modernas está relacionada directamente con el esfuerzo de su gente y con poner realmente lo mejor de sí para enfrentar las adversidades. Las relaciones humanas son uno de los pilares que marcarán la diferencia de aquí en más.

Es muy difícil que la gente que no está a gusto en su trabajo lo manifieste. Como consultor lo veo a diario, generalmente “se enquistan” y ayudan a veces inconscientemente a frenar el movimiento natural de la empresa (ponen “palos en las ruedas”), buscan a alguien de confianza para contar lo que les sucede, pero rara vez lo presentan abiertamente, por miedo al castigo o la represalia seguramente.

Es común escuchar en las empresas hablar a sus ejecutivos o empleados de “nosotros” y “ellos”, y esto ya marca un llamado de atención.

Una de las equivocaciones más graves en que caen los empresarios actualmente es la falta de motivación y validación de su gente, condición esencial para generar el espíritu de equipo que toda empresa necesita para competir con posibilidades de crecer. Pero también esto es algo que se debe hacer de corazón, no se puede “fingir” validación, ya que el efecto “bumeran” podría ser mucho peor.

Los empresarios deberían “disfrutar” más a su gente, compartir más, dejarlos crear más, participar activamente y escuchar con atención sus puntos de vista, lo que tienen para decir, mucho más aún en la Pequeña y Mediana Empresa, donde el director o el dueño conoce a todos por su nombre y seguramente muchos lo acompañan hace un largo tiempo.

El empresario debe confiar en su gente (¿y en quién más sino?), debe cuidar la selección de personal (para poder confiar sin problemas) y sumar únicamente recursos en los que pueda delegar (no hay manera de equivocarse si se hace como se debe hacer), a los que pueda “dejar hacer”.

Las investigaciones más modernas demuestran que las sociedades con alto capital social son aquellas que gozan del predominio de la confianza en las relaciones que entablan sus miembros, entendiendo por confianza: “la expectativa que surge dentro de una comunidad de comportamiento normal, honesto y cooperativo, basada en normas comunes, compartidas por todos los miembros de dicha comunidad.”

La “marcación cuerpo a cuerpo” ya no va más, y lamentablemente lo seguimos viendo en las empresas. Gerenciar generando miedo (al castigo, al despido, al “congelamiento), gerenciar presionando, gerenciar sin participación, gerenciar queriendo tener siempre la verdad, tiene hoy un costo alto, porque se va saturando a la gente hasta terminar de quitarle la energía y convertirlos en una especie de “zombies” que sólo vienen a trabajar porque no tienen en esta vida otra cosa que hacer. De esta forma, sin relaciones humanas no se logra productividad, ni calidad, se cometen errores y los errores cuestan muy caros (y a las PyMEs mucho más), ya sea medidos económicamente o peor aún en oportunidades por tiempo perdido.

Son incontables los casos en que la desconfianza lleva a crear ridículos sistemas y procedimientos de control que atentan contra todo principio de eficiencia.

Son también muchos los empresarios que tienden a poner primero en sus prioridades al dinero o incluso al cliente, sin darse cuenta que al poner a su gente primero en sus atenciones, ellos harán lo mismo con sus clientes, y cuando los clientes son el centro de la atención en su empresa, se cierra una ecuación que sólo puede generar facturación y, haciendo bien los deberes, rentabilidad.

Vale agregar que también se estudió que la gente de estas empresas necesitó aproximadamente 45 minutos para desalojar sus oficinas durante un ejercicio de incendio y tan sólo 14 minutos el mismo día cuando llegó el momento de volver a sus hogares.

Usted seguramente habrá estado de visita o como cliente en alguna empresa donde el teléfono sonaba y sonaba y nadie lo atendía, todos los empleados parecían estar muy ocupados en sus tareas y hacían “oídos sordos” al teléfono que sonaba, probablemente con un cliente detrás. Seguramente le habrá pasado al revés: usted llamando a una empresa u organismo y tener que colgar por no ser atendido.

Al igual que en la parábola del “sapo hervido”, los empleados muchas veces se “dejan ganar por la rutina” y nadie hace nada para cambiarlo. No hay que echarles toda la culpa, obviamente, como dice el refrán: “la culpa no la tiene el chancho sino el que le da de comer”.

La estrategia en la PyME debe ser cambiar antes de que sea necesario, ya que cuando tenemos que cambiar movidos por la necesidad, seguramente las estrategias estarán atadas a las decisiones del Banco o de la Institución que asista financieramente a la empresa. Y la mejor manera de hacer los cambios es junto con la gente. La empresa cambia cuando su gente cambia y se redirecciona con nuevos objetivos y nuevas metas, cuando la gente se involucra en esta reconversión.

Las empresas deben concentrarse en la producción, las relaciones humanas y la calidad si quieren formar parte de las organizaciones que perdurarán en el tiempo. Vale recordar que la edad de las empresas disminuye cada vez más, contrariamente a lo que ocurre con los seres humanos gracias a los adelantos de la medicina. Mercados globalizados y extremadamente competitivos y altamente exigentes son la razón en la mayor parte de los casos.

La realidad es que en los negocios sigue sin haber recetas mágicas, pero sí puede parecer mágico el efecto que se logra con un equipo de gente comprometida, motivada, validada y alineada hacia un objetivo común.
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